miércoles, 30 de noviembre de 2011

Vida a raudales.

¡Cómo me gustaría poder ahora mismo saltar al abismo, sabiendo que al
final iba a ser una persona feliz porque me iba a permitir desembarazarme
de este gran peso que llevo encima!

No suelto lastre y no puedo ser feliz. Mientras me sienta encarcelada,
la libertad se me escapa y no puedo ser yo misma, sobre todo cuando
existen ciertos límites externos a mí que no puedo controlar.

¡Cuán bien me sentiría si pudiera tirar todo este peso que me ahoga!
Pero por ahora no me queda otra salida que ver la vida a través de invi-
sibles barrotes, que al tocarlos, se hacen reales y son más duros que el
acero. Mi carcelero es mi muerte en vida y hasta que no urda un plan de
huída y le quite las llaves, la felicidad y la libertad estarán tan altas
que no podré alcanzarlas (con las ganas que yo tengo de tocarlas y
disfrutarlas.

¡Qué sorpresas te da la vida! Crees que eres feliz, que vives en un
cuento de hadas y, de repente, te despiertas y no ves más que sufrimiento
en torno a ti. Lo aguantas, lo soportas como puedes pero los días pasan
y tu mente dice basta. Pero, claro, existen ciertos obstáculos para los
que no estás entrenada y no puedes saltar. Decides volver a esperar pero
se hace interminable. Ya no ves lo que la vida te puede ofrecer, estás
ciega, sorda y muda. Quieres encerrarte pero algo por dentro te dice que
no puedes vivir en tu mundo, que eso no está bien, que solo serviría para
engañarte a ti misma.

Piensas: tú no eres así. No te puedes engañar de esa manera. Eres
fuerte, debes buscar otra solución pero ¿cuál?.

La más fácil sería abandonar todo y ser una errante toda tu vida pero
no te conformarías, sería demasiado fácil y eso no es de tu estilo.

La más difícil y arriesgada es la que ahora mismo te está llevando a
tomar decisiones en otros tiempos impensables, cambios en tu forma de
reaccionar, de sentir. Toda mi vida es un caos. No hay orden ni concier-
to. Intento racionalizar, ordenar mis reflexiones y pensamientos pero
nada, no encuentro coherencia.

Todo mi imperio se desmorona. ¡Qué lata! Estar aquí, en la Tierra, y
no poder disfrutar por culpa de una decisión conjunta que un día se tomó.

La otra parte parece que ni siente ni padece ni se da cuenta de nada
de lo que me pasa. No es que quiero que lo perciba pero a veces me gusta-
ría que fuera conmigo igual de humano que con los demás. Yo intento prac-
ticarlo pero, la verdad, a veces el genio me puede más que la sensatez.

En definitiva, tendré que seguir luchando contra este león que me puede
pero contra el que me resisto a que me venza.

Existencia inexistencial

¡Qué difícil es seguir adelante cuando ya la ilusión y otros muchos
proyectos no tienen sentido!

A veces me pregunto qué sentido tiene estar aquí si ya mi camino parece
acabar, sin encontrar, como Pulgarcito, pistas para salvarme de ese ogro
que es la vida. Unas veces te ayuda y otras te abandona.